Inmigrante de Filadelfia relata su historia para cambiar vidas

La joven, de 19 años, quiere convertirse en enfermera.

Menuda, con tan solo 14 años y amparada en una maltrecha Biblia, Liliana Velásquez, cruzó la frontera entre Guatemala y México para más tarde encaminarse hacia Estados Unidos.

El viaje fue de terror, pero su norte estaba en llegar a la nación donde vivían, de forma indocumentada también, sus dos hermanos mayores. Según le habían dicho en ese país “habían oportunidades”.

A su tierna edad ni si quiera pensaba en estudiar, porque nunca fue una niña normal. Relató que mientras sus hermanitas iban a la escuela, su mamá trabajaba para sostener la familia de seis integrantes, y su papá yacía en una cama porque estaba enfermo, ella se encargaba de los quehaceres del hogar.

Sin embargo, siendo simplemente una adolescente entendió que su vida cambiaría. Fue perseguida por un hombre del barrio donde vivía quien intentó agredirla sexualmente. De hecho, el padre de éste quiso hacer lo mismo con su madre, por lo que la furia la motivó a “sacar fuerzas” y pegarles con un palo para zafarse.

Esa fue la gota que colmó la copa y días más tarde le pidió a una de sus hermanas dinero para comprarse unos tenis (calzado deportivo) y se embarcó en su trayecto. El mismo que no le recomienda a nadie, pero que la ayudó a forjar su destino.

El trayecto duró 12 días. Enfrentó coyotes, narcos y las autoridades federales. “Cuando me agarraron estaba muerta de miedo porque no quería que me regresaran a Guatemala”, dijo con voz tímida y entrecortada.

Velásquez, quien actualmente tiene 19 años, no tenía idea de lo que estaba por venir cuando fue ingresada a un centro de detención en Phoenix, Arizona. Allí estuvo recluida cuatro meses, los que describe como llenos de incertidumbre. “No sabía nada de lo que podía hacer, pero me dieron un abogado que hablaba español y eso me ayudó. Lo primero que yo quería era irme con mis hermanos, pero ellos me pidieron que por el miedo que tenían de que los cogieran que ni mencionara sus nombres”, recordó.

De todas formas uno de los varones quiso solicitar la custodia de Liliana, pero todo quedó frustrado por las condiciones en las que vivía. Sus recursos no se lo permitían según las leyes estadounidenses.

“Ese día le pedí a Dios que me guiara, que me diera una oportunidad más para quedarme en este país, porque ya no quería regresar a Guatemala”, mencionó.

Acto seguido su representante legal le informó que podía solicitar una familia  de acogida o “Foster”. Y así llegó a Filadelfia, con una pareja de dominicanos como padres de crianza, quienes tenían dos hijos y otra menor bajo su cargo. “Con esa primera familia no me fue nada bien. No tenían recursos. Yo me encerraba, para tener privacidad en el sótano de la casa a escribir canciones”, recordó Liliana al tiempo que explicó que los versos de su inspiración iban dedicados a sus hermanos a quienes ansiaba ver nuevamente.

Velásquez al igual que otros inmigrantes en la zona recurrió al programa ‘La puerta abierta’ al sur de Filadelfia, donde recibió terapias y orientación. Tanto que fue por medio de esa comunidad que conoció a su actual familia, un mexicano y una estadounidense con dos niños, a quienes llama papá y mamá.

El mayor reto fue la adaptación. Nunca había asistido a una escuela, ni mucho menos descuidado las labores del hogar, por lo que vivir como una niña de su edad se le hizo complicado. “Cuando me ingresaron en la secundaria de Lower Merion fue cuando más sola me sentí. Hubo días que le dije a mi mamá que no quería estudiar, porque era mucho trabajo y no entendía inglés”, agregó.

En tiempo record Velásquez aprendió el idioma e ingreso en un programa para adelantar clases para poderse graduar de secundaria. Ya culminó sus estudios y ahora se enfrenta a otra meta: convertirse en enfermera. Previo a continuar con sus sueños quiso compartir su historia en el libro "Sueños y pesadillas” en el que relata paso a paso lo vivido y alienta a los inmigrantes, las mujeres y a la comunidad en general a seguir hacia delante.

Velásquez no se describe como una persona llena de miedos o trabas, sino valiente, pero en ocasiones no le gusta darse crédito ante sus logros. “A veces pienso que soy una mala persona, que no me merezco lo que me ha pasado. Quiero que mi historia sirva de ejemplo, porque no es mía solamente, es de todos los que pasamos por lo mismo a diario”.

La joven, quien labora como cuidadora de niños cuando no está estudiando, tiene como objetivo crear una especie de centro de ayuda para mujeres en su natal Guatemala tras completar sus estudios en enfermería. Mientras los promotores de su primer libro impulsan el texto para que se utilice en el currículo de las secundarias de Filadelfia y áreas cercanas.

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