Liga de baloncesto lati-mex se levanta al sur de Filadelfia

La liga está basada en la fe.

¿Alguna vez te enfrentaste a oponentes en un juego de baloncesto que eran mucho más altos y que se llevaban todos los remates? ¿Dejaste de jugar? ¿No? Tampoco los miembros de la liga de la comunidad del sur de Filadelfia que juega y compite en el gimnasio de St. Thomas Aquinas School en Morris Street.

El equipo Deportes Santo Tomás — conocidos informalmente como la liga lati-mex de Filadelfia del Sur — celebró recientemente las finales de su temporada.

Yo diría que la mayoría de los jugadores que estaban en la cancha durante el torneo el pasado 14 de mayo tenían estatura promedio para mexicanos y centroamericanos (1—70) y algunos (sobre todo en los equipos femeninos) eran casi tan bajitos como yo (1—57)

Había escuchado de fuentes confiables que en su primer año de juego competitivo, algunos equipos en la liga lati-mex se cansaron de perder cada remate, y los jugadores habían ido al Norte de Filadelfia a "reclutar" a jugadores de mayor estatura, más que todo, puertorriqueños y afroamericanos.

Sí, la historia es verdadera, admite Víctor Manzanares, un poco reticente.

Junto con Rosalio Luna, Manzanares lidera y coordina la liga de Deportes Santo Tomás, y acepta hablarme de la liga después de arreglar las sillas, limpiar el gimnasio y desempacar las pelotas de baloncesto y los tamales para el puesto de comida.

Según Monseñor Hugh Shields, párroco de Santo Tomás de Aquino, que aloja a las ligas locales de baloncesto en su escuela adyacente, Manzanares es un buen jugador de baloncesto. Y muy competitivo. Sin embargo, Manzanares me cuenta que los jugadores importados ya no juegan en los equipos lati-mex porque "la gente se había centrado demasiado en ganar simplemente trofeos".

De hecho, en el primer partido de estas finales, entre la Revolución de Camden y los Scorpions locales, el jugador más alto de Camden —"Coco"— salta y bloquea con eficacia muchos de sus tiros más cortos. Lleva a su equipo a una victoria de 85-29.

Cuando pregunto la altura media de los jugadores locales ahora que los jugadores 'importados' no son un factor, Manzanares objeta. "No sería moral para mí decirlo".

Él tampoco me dice la edad promedio de los jugadores, y cuando insisto que me explique su respuesta, dice que sólo al decir que tal es el promedio automáticamente hará que algunas personas sientan que no pueden participar, y que la exclusión es lo que viola sus creencias.

"La liga siempre ha sido algo más que ganar", explica Manzanares.

La idea para la liga se originó en una reunión parroquial, donde los líderes se preguntaban qué podrían hacer para los latinos en la comunidad para darles una diversión segura, sana, y de poco costo. Había ya algunas ligas de baloncesto comunitarias establecidas que jugaban en el gimnasio de la escuela, y Luna, en particular, vio la formación de la liga lati-mex como una manera de estar "en comunidad" y proporcionarles modelos a seguir a los jóvenes.

"Nuestra fe y el básquetbol están conectados", me dice Luna cuando él y Manzanares cambian de lugar durante la entrevista. (Se turnan también para mantener los datos de cada juego.)

"Empezamos con una oración", continúa Luna, "y los jugadores ven el respeto con el que tratamos los juegos, el equipo, los árbitros, la comunidad ... y con eso estamos haciendo algo importante".

Los árbitros de los juegos de la liga, Pete DeIuliis y John Morrison, lo han notado. "Los jugadores de esta liga son realmente agradecidos de nuestra llegada aquí", dice DeIuliis, "y apreciamos el respeto que nos muestran cuando hacemos una llamada. Estas personas tienen algo realmente bueno”.

No siempre fue fácil. Ni Luna ni Manzanares sabían cómo anotar o mantener los registros oficiales de los partidos de liga, pero no tenían miedo de aprender.

Del mismo modo, ninguno de los miembros del equipo realmente sabía jugar al baloncesto cuando empezaron. "Ellos básicamente jugaban al baloncesto como si estuvieran jugando al fútbol", dice Morrison, "solo usando sus manos en vez de sus pies. Cuando empezaron, no pasaban la pelota, lo dejaban mirar las manos en la dirección que querían".

Pero todos ellos, líderes y jugadores, han mejorado mucho, y ambos árbitros mencionan que en la mayoría de los juegos de temporada de invierno el gimnasio se llena de miembros de la comunidad que han venido a ver y disfrutar de los juegos de la liga, y del ambiente festivo y familiar.

Durante la primera temporada de la liga, no había equipos femeninos. En la final, después del último partido, las hermanas, esposas, novias, amigos e hijas de los miembros del equipo y la audiencia tomaron la cancha y se negaron a ceder.

"¿Qué hay de nosotros?" preguntaron. Para la próxima temporada, había cuatro equipos femeninos en la liga.

Veo un poco del juego entre las Rebeldes locales contra las Panteras de Camden, Nueva Jersey. Hay muy poca diferencia de estatura en los equipos de mujeres, y por lo que veo, juegan feroz y parejo.

El delicioso olor de tamales caseros y tacos a la plancha ha estado en el aire durante las tres horas que he estado viendo los juegos y conduciendo las entrevistas. Cuando descubro que tengo mi tarjeta de débito pero no dinero en efectivo, Ana —esposa de Víctor— me trae un plato de todos modos.

"Nunca dejamos que alguien pase hambre, aunque no tenga dinero", me dice.

Los otros que trabajan el puesto con Ana me ofrecen mangos cortados en formas de flores, chicharrones cargados con rodajas de aguacate, frijoles y queso, y agua... sin vacilar. Mantienen el puesto de concesión para recaudar fondos para la parroquia, y el Mons. Shields me dice que el grupo dona aproximadamente de $4,000 a $5,000 al año. "Pero nunca olvidan lo que realmente importa", dice.

La gente es amable y hace que cada niño alrededor de ellos (y hay un montón) vengan a mí y formalmente me estrechan la mano. Todos me agradecen, repetidamente, no sé por qué, tal vez simplemente por haber sido testigo —por unas cuantas horas— de lo que han forjado aquí en el sur de Filadelfia.

Así que llego al gimnasio pensando que voy a estar escribiendo sobre una liga de deportes poco convencional, y lo que encuentro, en vez, es que la historia que quiero escribir es acerca del lo que se logra con fe — el alzar no sólo una liga sino una comunidad.

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