Por miedo a las represalias que pudiera tomar la pandilla MS-13 en Honduras contra ella y sobre todo su familia, Cristina decidió cruzar la frontera en dos ocasiones, la segunda con su hijo.
“No tenía idea de cómo iba a ser el camino. No estaba preparada. Fue algo muy duro y mi niño me guio”, dijo la mujer cuyo nombre es ficticio para proteger su identidad.
Recordó que la travesía de Honduras a Guatemala y luego a México fue por medio de autobuses, con todos los que iban en su grupo (hombres, mujeres y niños). Pagó $11,500 por la segunda vuelta. “Nunca dormimos en un sitio cómodo. Nos bajábamos de un bus para tomar el otro. Creo que pasaron dos o tres días, ya ni recuerdo”, relató.
La joven madre huyó de su país luego de varias amenazas provenientes de la ganga que tiene lazos en varios países latinoamericanos y hasta en Estados Unidos. La gota que colmó la copa fue la muerte a su hermana, quien luego de haber pagado lo que describió como “el sufragio de guerra” por varios meses se negó a ingresar drogas a una institución correccional.
“Cuando mataron a mi hermana y nos pidieron dinero a nosotros le dije a mi mamá que iba a Estados Unidos y luego mandaba por ellos. Pero, la vida no es a veces como una la imagina”, sostuvo.
Una vez en suelo norteamericano fue capturada por oficiales de inmigración. Sin embargo en su segunda vuelta venía acompañada de su hijo, por lo que fueron ingresados al centro de detención de Berks County. Ella asegura tener lagunas, pero lo cierto es que lleva aproximadamente cinco años en Estados Unidos y uno de esos estuvo en el penal.
De lo que quiso contar sobre sus días de encierro figura la tristeza que asegura sentía a diario y la impotencia de no poderle explicar a su vástago qué estaba pasando. Dijo que fue testigo de varios “abusos”, pero nunca contra ella.
EEUU
Relató que la madre de una niña enferma solicitó ayuda porque la menor estaba “vomitando sangre”, pero supuestamente le dijeron que “bebiera agua”. “La mamá de la niña me dio la camisa para que la escondiera en mi cuarto de los staff (empleados), porque ellos la estaban buscando como para que no hubiera evidencia. Esa mujer también padecía del corazón y la dejaron en una camilla fuera del centro cayendo la lluvia hasta que llegó la ambulancia”.
Recalcó que no quisiera que otras madres, como ella, pasaran por ese proceso por catalogarlo como “injusto y cruel”. “Cuando pasan los días y uno mira que uno no sale de ese lugar es más doloroso ver que todos se van y uno se queda, y se pregunta por qué y no hay respuestas”, agregó.
Cristina actualmente está casada y dio a luz una hija producto de esa relación. Su hijo, quien vivió con ella la travesía, es un adolescente con temores parecidos a los de su madre. Ambos acuden regularmente a su cita con inmigración, pero su destino es incierto.
Aseguró que dentro del nivel de libertad en el que se encuentra todavía permanece encerrada emocionalmente. “Aún tengo miedo. Mi vida en este país se ha tornado un poco diferente, pero siempre tengo el miedo dentro”. No puede trabajar porque no tiene papeles y su estatus migratorio está en proceso.