Filadelfia

Lo que le debo al Huracán María

Hace dos años desperté en un Puerto Rico que no reconocía: las montañas sin verde, escombros en las calles y un silencio aterrador. Parecía una película apocalíptica de ciencia-ficción.

Ahora que tengo la oportunidad de la escritura, deseo compartir mi trayecto tras el histórico paso del fenómeno natural.

El huracán pasó sobre la Isla del Encanto la madrugada del 20 de septiembre del 2017. Desde ese entonces, mi vida se dividió en dos fases: antes y después de María.

En ese momento, mis sentimientos combinaban tristeza y desesperación. No sabía cómo estaba mi familia, ni mis amistades. Mi teléfono celular no tenía señal y estaba loca por avisarle a todos mis queridos que estaba bien. No fue hasta seis días después del suceso que pude conseguir una barrita de señal (cobertura) en medio de una autopista. Logré comunicarme con mi mejor amiga luego de un mes, algo que considero afortunado comparado con otras familias.

Mi rutina diaria fue laboriosa y cambió por completo. Me levantaba empapada en sudor al amanecer a buscar agua, que un vecino compartía con nosotros, y a esperar a tener tanta hambre para que me apeteciera la comida enlatada. A veces leía, otras veces jugaba con mi teléfono mientras lo cargaba en el interior del carro. Otras veces, organizaba papelería de mis estudios. Sin embargo, la mayoría del tiempo esperaba ansiosamente la puesta del sol.

Hoy en día considero que fui muy afortunada porque la luz (energía eléctrica) llegó a finales de noviembre en mi casa. Esa noche lloré, como también lloré la primera vez que comí cereal con leche y pan “sobao” durante el periodo post-María.

Para ese tiempo, ya había más movimiento en las calles y la incertidumbre de mi educación universitaria disminuyó, pues encontré la oportunidad de continuar mi carrera subgraduada temporalmente en la ciudad de Nueva York a través del NYU Hurricane María Assistance Program.

Alrededor de cuatro meses después de la marca que dejaron Irma y María (huracanes seguidos que afectaron Puerto Rico), en enero del 2018 me monté en un avión para continuar mi educación. Durante mi tiempo en New York University, no todo fue color de rosas. Puerto Rico seguía adolorido y muchísimos sectores continuaban sin electricidad.

A principios del 2017, el sistema de la Universidad de Puerto Rico declaró huelga, un evento que tardó casi cinco meses. Durante el verano de ese mismo año, logré estudiar en Japón (una meta que tuve desde el inicio de mi carrera universitaria), mientras continuaba mis estudios de la UPR simultáneamente. La combinación del estrés causado por la huelga y la ansiedad consecuencia de María me llevó a admitir que, lamentablemente, si deseaba ayudar a mi isla, no podía hacerlo quedándome. Decidí cambiarme de universidad.

Regresé a Puerto Rico al final del programa de NYU en mayo del 2018. Para agosto, comencé mi carrera en Temple University de Filadelfia estudiando en línea durante ese primer semestre hasta finalmente mudarme a la ciudad en enero del 2019. Después de casi dos años buscando estabilidad, logré asentarme allí y compartir mi experiencia.

Desde entonces visito Puerto Rico y esto es lo que me llevo: En la isla aún hay casas con toldos azules, el sistema eléctrico falla espontáneamente y se descubrió gran parte de la corrupción que empeoró la situación de los más afectados.

Existen muchas cosas que resiento sobre María, sin embargo, hoy tengo la dicha de admitir que mi vida cambió gracias a ella.

Ahora continúo mi promesa de jamás sentirme tan inútil como me sentí hace dos años, mientras el resto del mundo seguía con sus vidas.

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Nota del Editor: Las opiniones vertidas en esta columna representan la opinión de la autora y no la de Telemundo 62.

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